Una humilde propuesta – 2

para mejorar la vida de los individuos y el funcionamiento de las instituciones (Mortui Docent Vivos)

Aquellos que, como yo, no han disfrutado nunca de un sueldo, ni de un trabajo fijo, ni de mucha certeza en la valía de sus conocimientos o realizaciones, se sienten a menudo en situación de agravio comparativo con esos otros que trabajan en instituciones, y tienen contratos, y convenios colectivos y sindicatos que les asisten. Estas seguridades que la sociedad ofrece a algunos individuos suscitan en ellos, en ocasiones, la creencia de que su destino está fijado y de que controlan los parámetros de la vida. Esto puede llegar a deformar su sentido de realidad hasta el punto de provocarles la ilusión de que siempre van a poder llegar a final de mes, de estar seguros de ello incluso hasta el día de su muerte.

Es por estas circunstancias, y por otros muchos motivos adicionales, que propongo la creación de un programa de “cadáveres en residencia”. Los cuerpos de personas recién fallecidas que se hubieran ofrecido, en vida, a participar en el programa, a rendir este último servicio a la sociedad, ocuparían por un par de días una mesa de despacho en una oficina en la que otras personas se afanen en sus labores cotidianas. Podrían así servirles de recordatorio de que su vida es fugaz, de que los logros humanos no tienen trascendencia alguna y de que vanidad de vanidades es todo vanidad. El caso más parecido a un programa de estas características se da en las facultades de medicina, donde los estudiantes viven en presencia casi constante de cadáveres y quizá sea esa la causa por la que los profesionales de la sanidad se enfrentan de una forma más natural al hecho de su propia desaparición.

El programa de “cadáveres en residencia” sería como una actualización de la costumbre de los antiguos romanos por la que, cuando un general desfilaba victorioso por las calles de Roma, un siervo tras él se encargaba de susurrarle al oído las palabras memento mori, recuerda que eres mortal. En la actualidad, cualquiera con un trabajo fijo acusa una tendencia constante a sentirse como un general victorioso, frente a gran parte de la sociedad y cuando menos en lo que se refiere a este aspecto, el de la vanidad.

A modest proposal

to improve the lives of individuals and the functioning of institutions (Mortui Docent Vivos)

Those who, like me, have never enjoyed a salary, or a steady job, or much certainty in the worth of their knowledge or achievements, often feel they are at a disadvantage compared to those others who work in institutions and have contracts, and collective agreements and trade unions to assist them. These securities that society offers to some individuals sometimes lead them to believe that their destiny is fixed and that they control the parameters of life. This can distort their sense of reality to the point of giving them the illusion that they will always be able to make ends meet, that they will be sure of this even until the very day they will not meet again.

It is for these circumstances, and for many additional reasons, that I propose the creation of a «corpses in residence» programme. The bodies of recently deceased persons who have volunteered, during their lifetime, to participate in the programme, to render this last service to society, would occupy for a couple of days a desk in an office where other people go about their daily work. They could thus serve as a reminder that their lives are fleeting, that human achievements have no transcendence and that vanity of vanities is all vanity. The closest case to such a programme is in medical schools, where students live in the almost constant presence of corpses, and perhaps this is why health professionals are more naturally confronted with the fact of their own demise.

The «corpses in residence» programme would be like an update of the ancient Roman custom whereby, when a general marched victoriously through the streets of Rome, a servant behind him would whisper in his ear the words memento mori, remember that you are mortal. Nowadays, anyone with a steady job has a constant tendency to feel like a victorious general, in the face of much of society and at least in this aspect of vanity.

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